» A la memoria de Paco Pacheco «
Se llamaba Paco y venía del pueblo del corcho, de San Vicente de Alcántara. Él era el que más claro lo tenía, no podía ocultar su temprana amistad con el Hijo del Carpintero.
Su mirada se iluminaba cuando vestíamos el altar o cuando preparábamos las preces y los cantos.
No sabía lo que era el rencor, con él no había forma de enfadarse.
Cuando venimos al mundo, traemos unos encargos de parte de Dios; a veces se nos olvidan por el camino, pero nuestra Alma, nuestra Voz Interior continuamente nos los recuerda.
A ti no se te olvidó nada, Paco. Desde que llegaste a San Atón con catorce años, sabías exactamente a lo que habías venido. Se te podía olvidar la conjugación de algún verbo o la fecha de alguna guerra, pero nunca se te olvidó abrir el corazón a Dios y a la gente con la que te cruzaste.
Ahora ya no tienes la atadura de un cuerpo, rompiste las cadenas. Ahora vuelas a diario por tu tierra, vienes y vas desde los dólmenes hasta la iglesia, visitas a los tuyos en silencio para no despertarlos, oteas desde las alturas las calles adornadas para el Corpus…
…Y aún te queda tiempo para venir a verme algunas veces y a aconsejarme en sueños el camino que debo evitar y las huellas que debo seguir entre la niebla…
Ignis 